miércoles, 4 de febrero de 2009

Sueños de una madrugada de verano

Espero que me regrese el sueño. Son las 02:15 de un día de semana y alguno de mis sueños (no recuerdo cuál de los dos, porque no sé cuál fue primero) me despertó hace como una hora.

Fueron buenos sueños... no necesariamente positivos, o sea que me causaran felicidad o gozo (repitan 'gozo' con acento español), sino que muy fuertes en emociones, uno más que el otro. El primero me situaba despertándome de madrugada en mi cuarto con mi flaca al costado, sólo que sabiendo que vivían con nosotros otros primos y patas en el mismo piso (jamás!). Obvio que despertándome a esa hora sólo tenía una cosa en mente, pero mientras transaba para que ocurriera (entre la preocupación de que nos escuchen y el frío que supuestamente hacía), empecé a escuchar ruidos en el techo y muy cerca del cuarto, pero que venían desde afuera de la casa. De un auspicioso foreplay, pasé a una seria preocupación de que algo amenazara a mi casa, a mi familia, a mi flaca. Una chequeada paciente por la ventana que da al patio y confirmé que los ruidos venían de la casa del vecino... martillazos y cosas cayéndose. Luego, la sorpresa de que nadie más en la casa los escuchaba. Estábamos solos... estaba solo (para tomar cualquier acción). De pronto, la alarma de mi flaca que me dice que acaba de ver pasar a alguien por la otra ventana, la que da a la calle. Me asomo y veo a una desquiciada acurrucándose entre las tejas del techo de mi terraza. Mi asombro y, sí, también miedo de ver a un fenómeno como este invadiendo mi casa gatillaron un rápido "Fuera de ahí! (cual gato techero... Ushale)". Con la concha de hacerlo a regañadientes, la loca se paró y dio un salto al patio del vecino, sólo para verla al segundo siguiente (por magia del mundo de los sueños) cayendo en mi jardín. De inmediato, Carmen Mendoza (quien sepa quién es, bien; quien no, trabajo con ella) salió al jardín dispuesta a botarla. Antes de que llegue a ella, mi orgullo de hombre me hizo saltar por la ventana hacia el jardín para hacer de su chaleco. Entre los dos la 'persuadimos' para que se vaya, sólo que cuando llegamos a la puerta (después de haber dado un vueltón a una casa con un jardín tres veces más grande que el mío, realmente), ya no era Carmen, sino María, la chica que trabaja en mi casa, la que me acompañaba. Falló hasta dos veces para evitar que la loca se metiera de nuevo en la casa, para lo cual la loca, ya no era loca, sino un clon de mi perro Nico, al que no quería botar a la calle, sino dejarlo salir para que aprendiera las mañas de la calle y crezca (¡no más drogas después de las ocho, lo prometo má!). En un momento quería sacar también a mi perro, que estaba dando vueltas a mi costado, pero me di cuenta que era muy importante para mí, como para arriesgarme a que le pase algo. Fin.

El segundo sueño fue más ligero: Sobre un pichanga que vamos a jugar el viernes... ¿Qué tanto puede mi subconsciente elaborar sobre eso, excepto ver a Romario de viejo en un aeropuerto, coincidiendo con nuestra pichanga, que ahora incluía a figuras de la selección argentina del '86.

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