martes, 16 de junio de 2009

La madrugada en mi día

Así como hay un momento para comer y dormir, en la vida debe haber un momento para madrugar, definitivamente. No me refiero necesariamente a empezar el día más temprano, aunque es una alternativa muy productiva; la recomiendo. Me refiero a pasar un momento del día durante la madrugada: Despertarse.


Despertarse en la madrugada no tiene comparación con hacerlo en cualquier otra ocasión del día. Existe algo simplemente hipnótico desde el momento en que uno abre los ojos (por las razones que sean) y surge esa primera duda de si aún se está soñando; claro, ya no se está volando como Superman, cazando muertos vivientes o tirando con la flaca que a uno le gusta; pero aún queda la sensación de haberlo estado haciendo unos segundos atrás. La desorientación puede ser muy inspiradora.

Luego, darse cuenta de que todo el mundo sigue durmiendo, crea definitivamente la fantasía de ser el único (en la casa, la ciudad... el universo). Sospecho que es esta soledad, combinada con el silencio y la oscuridad (¿el silencio de la oscuridad? ¿la oscuridad del silencio?), la que crea en la madrugada la ocasión perfecta para abstraerse y crear (y pensar huevadas también). Voy a tratar de que un tema mandatorio en cada una de mis madrugadas sea lo que hice ayer, lo que voy a hacer hoy y cómo atenderá mis planes para mañana. La madrugada también es el momento perfecto para imaginar que hay vida sobrenatural y que puede manifestarse en ese instante (como dije, pensar huevadas también).

Recomiendo las 3:00; las 4:00, como máximo. Suficiente tiempo para disfrutar cualquier pensamiento y retomar luego un sueño breve antes de comenzar el día. Suficiente tiempo también para perderse en una buena idea y continuarla hasta que los primeros trinos de los carros y las primeras bocinas de los pájaros lo echan todo a perder.

Hoy, por ejemplo, pensé en el día que me espera, pero sobretodo en la noche que le sigue; casi no puedo esperar para despertarme otra vez.

domingo, 14 de junio de 2009

Mis treinta y el alcohol

Lo primero que pensé esta mañana cuando asomé que eran las 6:20 fue que mi cuerpo se ha vuelto más inteligente a mis casi treinta años, con respecto al alcohol. Ahora, varias horas más tarde, lo más obvio me resulta que soy yo el que se ha vuelto más inteligente: Considerando mis creencias más recientes, mi cuerpo es solo un vehículo. De esos primeros ensayos de pensamiento matutinos, a mis actuales tropiezos de conciencia nocturna, está el análisis de la tarde de ayer y su impacto en mi relación con el alcohol de ahora en adelante (¿de verdad?).

Tan temprano como el lunes por la mañana, la Ardilla empezó a organizar lo que sería la salida de fin de semana del grupo que somos en la oficina; me refiero a Trafa, Caretalco, Pita, Marujillo y otros seres que invocaré ahora sólo por sobrenombres, para evitar cualquier conflicto inmediato. Hacia finales de la semana, acordamos que nos veríamos las caras el sábado a las 3:00 pm en Mister Fish. A cualquiera que haya ido a Embarcadero, Del Carajo o Help!, Mister Fish le debe resultar un lugar demasiado familiar: Dependiendo de la hora y el día de la semana, este sitio a incios de la Vía Expresa, en Barranco, puede tomar cualquiera de estos nombres y acomodarse a cualquier onda, que va desde Pepe Vásquez a The Cure. Una idea genial la del dueño: Ya pronto abriré un chifa que por las noches sea trattoria, los fines de semana cevichería y en las madrugadas venda caldo de gallina; siempre con su Starbucks incorporado.

Como sea, el sábado yo apenas empezaba mi almuerzo, cuando la Ardilla me llama para contarme que ella y otra amiga ya habían llegado y pedirme que me apurara en ir, porque las dos veían seriamente comprometida su integridad física y sexual, considerando la zona donde queda Mister Fish y ellas, dos flacas solas. Conozco el lugar y sé que los alrededores no son los más exclusivos de Barranco, pero sé también que una vez adentro el peligro se reduce al mínimo, así que terminé mi almuerzo (y mi postre), jugué un poco con mi perro, me fijé si ya habían terminado de bajarse unas canciones, me bañé y salí. Las encontré intactas.

No fueron pocas, pero tampoco muchas las cervezas que tomé esa tarde/noche; creo que suficientes como para estar conforme con la decisión de haber ido en taxi. Sea el número que haya sido, lograron que un momento el concepto 'suficiente' se volviera mi nuevo credo. Seguro que mi cuerpo podía aguantar más; seguro que no tenía que preocuparme de manejar a mi casa, pero la premonición (basada en la experiencia) sobre cómo me sentiría en las próximas horas fue motivo contunente para partir de inmediato. El dolor de cabeza que apareció desde que subí al taxi sólo confirmaba a cada minuto lo acertado de mi decisión. Llegué a mi casa a las 8:30 pm. No recuerdo nada más hasta que desperté a la medianoche y pensé que mis patas recién debían estar empezando su sábado por la noche, cuando yo estaba en la medianoche de mi lunes.

Si bien en un momento cruzó por mi cabeza la idea de que ya estoy muy viejo para esos trotes etílicos, lo que finalmente he concluido es que más bien ya no estoy dispuesto a seguir con esos trotes etílicos; por lo menos, no en una ocasión ordinaria, como desde los diecinueve, con cada último viernes o sábado de la historia. Creo que lo que pensé en ese momento de iluminación antes de irme, fue que si ya había llegado a un punto en que podía poner en peligro mi tranquilidad y comodidad del domingo por la mañana, lo mejor era recoger mis fichas, agradecer al dealer e irme.

Sí, ya estoy viejo; por lo menos, ya hablo como uno.

sábado, 30 de mayo de 2009

1,000 cosas que odio: #2

Retomando, luego de la última cosa que dije que odio, hace como cinco meses:

Los aplicativos de Facebook que te dicen a qué celebridad te pareces.
No puedo recordar una cojudez más grande. ¿Realmente la gente está tan necesitada de atención y de identidad que optan por asociarse a una figura conocida para decirle al resto del mundo lo especiales que son? Es patético. Sin embargo, no voy a ser cerrado sobre este tema: Fácil se trata de un momento de diversión sana sin el mayor trasfondo psicológico, pero no puedo evitar imaginarme al idiota que piensa: "Wow, me salió Kurt Cobain; sí pues, de hecho que siempre me he sentido como un rebelde melancólico incomprendido; fácil ahora me entiendan y quieran más".

Lo más triste es cuando uno de estos jueguitos ni siquiera aborda a figuras reales, sino que propone personajes ficticios: "Ah, te pareces a Chandler Bing, o sea que eres el gracioso de tu grupo"; o "Faz (de Los Magníficos)! Eres todo un concha con las flacas..."; o "Garfield! Debes ser... debes ser recontra gay, si jugaste un juego con Garfield como alternativa".

Felizmente que Facebook ofrece la posibilidad de bloquear este tipo de anuncios.

Dicho todo esto, debo reconocer que en algún momento de debilidad yo también caí en el juego de estos aplicativos:
- ¿A qué miembro del Congreso te pareces? Keiko Fujimori (puta madre...!).
- ¿A qué miembro de Grupo 5 te pareces? El que siempre hace la señal de 'chévere' con la mano, o sea, Todos.
- ¿A qué organismo unicelular te pareces? Protozoo Paramecio (siempre pensé que saldría Gephyrocapsa Oceanica...).
- ¿A qué 'New Kid on the Block' te pareces? (me salió la misma respuesta que la de arriba).
- ¿A qué presidente negro de EEUU. te pareces? (si te lo tengo que decir, probablemente TÚ seas uno de los que diseña estos jueguitos estúpidos).

domingo, 24 de mayo de 2009

Recuerdos de un lobo americano en Londres

Recuerdo que luego de la primera vez que vi 'An American Werewolf in London' en 'Cine Millonario', ansiaba cada semana que la repitieran en 'Función Estelar', cuando Canal 2 tenía casi el monopolio del entretenimiento cinematográfico por televisión, en esa época maravillosa en la que no había cable en Perú ('maravillosa' por la nostalgia que me da, no por la escasez de opciones).

Todo un clásico, aunque con el pasar de los años me fui dando cuenta de que no mucha gente de mi generación la recordaba, o más bien no la habían visto, lo cual es natural porque cuando se estrenó en televisión yo no tenía ni diez años. Sólo puedo suponer que fue un gran logro para mí sortear la supervisión de mis padres para que no se dieran cuenta del festival de sangre que esculpía la imaginación de su hijito. Debo reconocer que fue uno de los motivos de pesadilla que más me acosaron durante esa época (además de los muertos vivientes y, por supuesto, el diablo): La angustia cardiaca por sentir cada vez más cerca los arañazos del lobo sobre la escalera de madera de mi camarote o por no saber si mis padres y mi hermanita seguían vivos, lo cual finalmente me ubicaba a mis diez años ante la pregunta existencial de si estaba solo y desamparado para enfrentar los horrores de esta vida (una vida con hombres lobo).

Probablemente, este trauma la hace una de mis películas favoritas y no sólo una de mis películas de terror favoritas. 'Un Hombre Lobo Americano en Londres', como la conocí yo, presenta una historia de terror clásica adaptada a la cultura contemporánea a través de una colección original de situaciones cómicas y cotidianas de una Londres a principios de los ochentas. Es una historia de aventura, soledad y desdicha (finalmente, ¿por qué yo?). Por muchos años inspiró mis deseos de mochilear por Europa, cosa que hice a mis veintitrés, sin que ninguna de las situaciones de la película me pasara (salvo la conversión a hombre lobo, obviamente).

John Landis (director) y Rick Baker (maquillaje y efectos especiales): Maestros.

miércoles, 4 de febrero de 2009

Sueños de una madrugada de verano

Espero que me regrese el sueño. Son las 02:15 de un día de semana y alguno de mis sueños (no recuerdo cuál de los dos, porque no sé cuál fue primero) me despertó hace como una hora.

Fueron buenos sueños... no necesariamente positivos, o sea que me causaran felicidad o gozo (repitan 'gozo' con acento español), sino que muy fuertes en emociones, uno más que el otro. El primero me situaba despertándome de madrugada en mi cuarto con mi flaca al costado, sólo que sabiendo que vivían con nosotros otros primos y patas en el mismo piso (jamás!). Obvio que despertándome a esa hora sólo tenía una cosa en mente, pero mientras transaba para que ocurriera (entre la preocupación de que nos escuchen y el frío que supuestamente hacía), empecé a escuchar ruidos en el techo y muy cerca del cuarto, pero que venían desde afuera de la casa. De un auspicioso foreplay, pasé a una seria preocupación de que algo amenazara a mi casa, a mi familia, a mi flaca. Una chequeada paciente por la ventana que da al patio y confirmé que los ruidos venían de la casa del vecino... martillazos y cosas cayéndose. Luego, la sorpresa de que nadie más en la casa los escuchaba. Estábamos solos... estaba solo (para tomar cualquier acción). De pronto, la alarma de mi flaca que me dice que acaba de ver pasar a alguien por la otra ventana, la que da a la calle. Me asomo y veo a una desquiciada acurrucándose entre las tejas del techo de mi terraza. Mi asombro y, sí, también miedo de ver a un fenómeno como este invadiendo mi casa gatillaron un rápido "Fuera de ahí! (cual gato techero... Ushale)". Con la concha de hacerlo a regañadientes, la loca se paró y dio un salto al patio del vecino, sólo para verla al segundo siguiente (por magia del mundo de los sueños) cayendo en mi jardín. De inmediato, Carmen Mendoza (quien sepa quién es, bien; quien no, trabajo con ella) salió al jardín dispuesta a botarla. Antes de que llegue a ella, mi orgullo de hombre me hizo saltar por la ventana hacia el jardín para hacer de su chaleco. Entre los dos la 'persuadimos' para que se vaya, sólo que cuando llegamos a la puerta (después de haber dado un vueltón a una casa con un jardín tres veces más grande que el mío, realmente), ya no era Carmen, sino María, la chica que trabaja en mi casa, la que me acompañaba. Falló hasta dos veces para evitar que la loca se metiera de nuevo en la casa, para lo cual la loca, ya no era loca, sino un clon de mi perro Nico, al que no quería botar a la calle, sino dejarlo salir para que aprendiera las mañas de la calle y crezca (¡no más drogas después de las ocho, lo prometo má!). En un momento quería sacar también a mi perro, que estaba dando vueltas a mi costado, pero me di cuenta que era muy importante para mí, como para arriesgarme a que le pase algo. Fin.

El segundo sueño fue más ligero: Sobre un pichanga que vamos a jugar el viernes... ¿Qué tanto puede mi subconsciente elaborar sobre eso, excepto ver a Romario de viejo en un aeropuerto, coincidiendo con nuestra pichanga, que ahora incluía a figuras de la selección argentina del '86.

lunes, 19 de enero de 2009

Obama: Anticristo Superstar

(Sobre el post anterior) Me acordé de Stevie Wonder ahora, porque lo vi en el concierto 'We Are One', en homenaje o celebración a Obama, antes de su juramentación como presidente gringo. Usher, Shakira, U2, Bruce Spingsteen y Stevie Wonder... no sé si hubo más gente, pero son los que encontré en YouTube. De hecho que un super show. ¡Qué ganas de estar allá y ver juramentar al Anticristo!

No puedo dejar de ver semejanzas entre el sorpredente ascenso de Obama al poder y lo que he leído siempre sobre el otro personaje base de la fé católica (además de X, claro... el que tenga entendimiento interprete la letra, porque es letra de un hombre... ja). Suena ridículo, pero no dejo de sentir una sospecha natural hacia este patita. Desde cojudeces como su nacimiento en una isla, su mezcla racial y su nombre musulmán, hasta su elocuencia y la espeluznante obamanía que se ha formado desde su postulación a la presidencia... es demasiado. Es más que una estrella de rock o de cine. Rompe récords de audiencia en sus discursos o rallies; los medios de comunicación mundiales lo adoran y apoyan cada mensaje que da; ahora apuestan por una cobertura sin precedentes de su nombramiento como presidente gringo. Finalmente, la coyuntura de mierda actual es la oportunidad perfecta para que él brille como el salvador de la humanidad. Y es esto exactamente lo que lo hace sospechoso... la gran promesa que representa para la humanidad. ¿No se supone que así vendría el Anticristo? ¿Seduciendo con sus promesas? ¡Carajo, en su último discurso, el de hoy, no pude dejar de ver a Damien Thorne! Tan elocuente, tan seguro de sí mismo, con todas esas miles de almas adorándolo, aún sin haber demostrado ningún mérito. Como senador era relativamente nuevo y no logró nada trascendente. Todo lo que tiene es la promesa de cambio; pero ¿cambio a qué?

Sobre lo de Demien Thorne: Completamente de acuerdo en que mi paranoia es alentada en parte por las películas. Sí. Pero, ¿es que nadie más ha pensado lo mismo que yo? Bueno, de hecho que sí: Googleando Obama+Anticristo resulta en 292,000 coincidencias y con Antichrist, 1'040,000. Sólo que los sites que leí divagan en cojudeces numéricas con su nombre para que salga 666; yo también puedo hacerlo con el nombre mi perro Nico. En fin... ya son más de la 01:00 y en unas horas empieza mi lunes en la oficina. Si Obama es el Anticristo, tal vez no sea tan malo. Después de todo, el Anticristo, así como el Diablo, Satanás, Belzébú, Belial, Luzbel o Tongo, es solo el último símbolo de rebeldía; de cambio ante el establecimiento vigente, que en la religión católica (su máxima expresión a lo largo de la historia) no tiene otra que representarlo como malvado. Obvio: ¡Todos contra el Anticristo... que trae el cambio y nos quita el poder!

No sé cómo terminar esto. Sólo deseo un cambio para bien en el mundo. Si Obama no lo trae, estamos todos los demás para lograrlo.

Higher Ground

¿La de Stevie Wonder o la de los Chilli Peppers? Difícil. Ni siquiera sabía que la versión de los Peppers era un cover, sino hasta hace unos años. Yo crecí con esa versión; con las muecas de Frusciante y Flea en el video y sobretodo con la flaca estilo go-go contorneándose. ¡Esa misma! Luego, no sé cómo así, me topé con la versión de Stevie Wonder y dije 'Ok... chévere'. Me metí más a escucharlo; ir más allá del tela 'I just called... to say...' (nota a Oxígeno y a Zeta: ¡Hubo más música en los 80s que las cinco putas canciones que repiten todo el día!). Encontré más de lo que había esperado. Música alegre, simple de escuchar y plena para cada estado de ánimo y momento. Pero los Chilli Peppers tienen la flaca.

domingo, 4 de enero de 2009

1,000 cosas que odio

A propósito del tema de hoy en 3G, una larga lista de desahogo y reflexión.

1.- La gente de mierda que bota basura a la calle. (Realmente quise decir 'gente que no tiene la menor consideración por los derechos del otro, convirtiendo al país en su chiquero personal', pero 'gente de mierda' era más corto) Me siento bien por haber empezado esta lista con algo que siempre me ha alterado ver y hecho darme cuenta de que no vendría nada mal un segundo diluvio. Ok, dejando la emotividad inicial, me doy cuenta de que no puedo juzgar a una persona por un solo acto; o sea, no puedo decir que alguien sea 'gente de mierda' sólo por haberlo visto una vez botando un papel a la calle; esto regla la aplico a todo. Pero, salvo que se trate de un caso aislado en el que el papel haya contenido evidencia de una sacadaza de vuelta, o el mensaje 'Si no botas este papel en los próximos dos segundos, te vamos a quemar', creo que sí hay algo estructuralmente mal con una persona que actúa así. Como dije, se trata de una falta completa de consideración por los derechos del otro, de un 'me llega al pincho este país y quiero que todo se joda'. O sea, una desatención total a una norma básica de civismo y educación. Es curioso, sin embargo, que sea un acto que supera cualquier nivel socieconómico, porque lo he visto tanto en el chofer de combi 'Puente Piedra - Zapallal - Hospital del Niño', como en el economista de la Pacífico que trabaja como consultor en San Isidro. Lo más impactante es cuando se trata de gente que uno conoce y con la que creía compartir muchas costumbres y valores. Después de algo así, la sensación es abrumadora.

Botar los puchos al suelo... mmm... ok.