sábado, 6 de diciembre de 2008

La noche que cambió mi vida (sí, claro...)

Luego de un día de lo más absurdo, agobiante… asesino, mi anhelo más urgente era regresar al abrazo de mi casa, con la emoción aleatoria de mi perro, el servicio legítimo de María y la preocupación perpetua de mis padres. Sólo que esta noche el peso de la cotidianeidad perdió los soportes ordinarios y cayó de golpe, así que mi refugio esperado terminó convirtiéndose en la estancia de una noche muy larga. No es la primera vez que sucede; es más, debo recordar (ahora sí) anotar en un calendario los días en los que la dicha parece haberse alojado particularmente en el lado completamente apuesto a mi vida. Esto no es una declaración de derrota, ni mucho menos… o más. Como siempre, sólo es una recolección escrita de los estados de ánimo que me suceden… tal vez algún día sirva para encontrar la cura.

Digo lo del calendario, porque a pesar de que no creo en esa mierda de que existe una relación entre la posición de los astros y el destino de los humanos (salvo la caída de algún meteorito o la explosión del sistema solar), carajo hay ocasiones en las que definitivamente alguna fuerza suprema incomprensible parece manejar todos los hilos de la materialización plena de lo que yo conozco como ‘un día de mierda’. Sin desgracias concretas, ni penas alargadas (gracias a Dios), estos días se me presentan como una colección de recordatorios de la falta de rumbo absoluto; intercalada con la contemplación de las brechas entre lo conseguido y lo imaginado, de cada uno de los planes que tenía antes de volverme quien soy ahora. Si soy trágico, lo puedo ver como toda una puesta en escena sobre la contemplación del atardecer en una estepa rusa, con ‘Time’ de Pink Floyd como música de fondo… o si me relajo un toque, como la colección de los mejores momentos de George Constanza. Sin embargo, ninguna me deja algo con qué construir. Al final, lo correcto (y lo único que me queda) es verlo como una oportunidad; una oportunidad de desadormecerme, de salir del coma de la conformidad… de desahuevarme. He aquí la magia de empezar de nuevo y de creer que ahora sí todo será diferente.

No fue sino hasta la mañana siguiente en que caí en toda esta conclusión. Tuve que dar varias vueltas en la nocturnidad local para cansar mi agobio anterior (must silence the voices!). Pero, ok… finalmente, las cosas siempre se ven más claras con la luz del sol y hoy ha sido un día muy soleado.

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